lunes, 26 de febrero de 2007

Lunarteniente

Los días no tienen índice ni orden, pese a que uno aparenta suceder al otro en una eterna danza de ciegos. No obedecen a los ilusos calendarios.

Las horas son inasibles, como una melodía que escuchamos una y otra vez y no podemos llegar a recordar nunca. Pero existe en nuestra cabeza, en ciertos momentos la tarareamos inconscientemente.

Algunos logran registrar y sacar fuera una pequeña porción de esa gran melodía que escuchamos un segundo antes y un segundo después de nacer: es todo el sonido que podrá ser interpretado alguna vez. Por la noche extraen de ese lago un jarro de barro lleno de líquido cristalino, que parpadea de luz de luna en una cálida oscuridad. Salen de ese escenario de fantasía en puntas de pie, sonrientes, en trance, mientras su silueta se recorta en el horizonte negro aún más negro. Mientras danzan con el agua cantante en su jarro, las mejillas son otra vez felices sin razón, con una sonrisa que no responde a otra cosa que a sí misma. El viento trae aromas y vibraciones sonoras que contagian la risa, una epidemia de calor que tiñe de color los sudarios. Todo es así hasta que regresan a su lugar de encierro amortajado con su nuevo tesoro. Lo dejan en la mesa, mientras el efecto se va perdiendo. Y olvidan, olvidan otra vez que han sido niños y algo en el aire de la ciudad los amarga y les pudre los dientes y la sonrisa. Pero no han perdido el líquido que todavía conserva algunos rebotes de la luz lunar, y eso le ilumina los ojos a cualquiera.

Por la mañana me sentía como un saquito de té, que se va diluyendo alegremente en el día. Iba predicando para mí mismo, para todos mis propios yo.

Intentaba detener un poco el tiempo. Si se pudieran construir represas infinitas, o contener con las manos desnudas las olas del mar... pero para qué detenerlo, si hace tan poco que echó a andar. Tal vez sólo hace unos breves minutos que estoy aquí, resoplando con mi cuerpo de androide de carne.

¿Qué importa y para qué? ¿Quiénes y cuándo?

Qué importa, si ya me crujen los huesos bañado de luna con la mente en blanco.

mz

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