Lectura de cactos. Importante recurso áspero.
Sensación táctil, llena de raspones y sangre.
Lemura, ¿es una tierra o un animal?
Si es animal, lo imagino montado por enanos.
Si fuera una tierra, sería lejana en el tiempo,
a barco de distancia
y por enanos gobernada.
Como decían las esporas a mi oído
“busca el fuelle que te infle los párpados”.
Como susurraban las esporas en oración
a los pelos nervios de mi nariz:
“hora de la alergia”. Diablos.
Entonces la mágica flema
crece y estimula el verde y agua.
Acariciando cactos frente a un espejo.
La mano, diversa de dedos
avisa a coro que sus dolores
no se reflejan.
Diapositivas de clase de ciencias naturales,
decoloradas por los años y las miradas,
ahora son proyectadas contra el paredón
de mi patio trasero.
Hay otras paredes, como las que contienen el mar.
En efecto, existe una playa siempre nublada
y desde su arena se eleva una muralla blanca
contra la que rompe el agua, casi sin salpicar
al otro lado.
Ahí es posible repasar pensamientos a diario,
es decir: enredarse. Encontrar figuras geométricas
de pesadilla o sueño, y canciones en reversa.
Ya casi no hay albatros.
En la arena encontramos muñecas, muñecos,
retazos, pedazos de juguetes, trozos de cosas.
Pero también cascarones gigantes de barcos
que alguna noche apagada de estrellas encallaron.
Fue en un sueño de agua, de esos que susurran de lejos.
Ya no encontramos nociones de santidad
ni en nuestros pies descalzos, ofrecidos a la luna,
llagados de caminar en la senda del bien
y por los caminos que llevan a las montañas sagradas.
Pero caminar, cabizbajo, es casi tan difícil
como respirar
y latir el centro.
Es que los nervios a veces son cadenas pesadas
que arrastran embarcaciones enteras
por desiertos.
Desperté de nuevo, o me dormí
sobre la baba caliente o fría.
Soy un caracol en un jardín.
Lo sé ahora, lo presentía,
siempre lo presentí
o lo supe
hasta en mi edad más tierna
cuando de susurro y lejanía era mi sueño,
lago estrellado en profunda oración,
murmurando algo al origen de los tiempos.
Amén.
mz
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