viernes, 12 de octubre de 2007

Tábano

Cría tábanos que la vibran
hasta los más profundos goces
como en la cueva madre
de piedra donde
se tritura la carne, el hueso,
con crujidos finales todos
al deslizarse por ese túnel
hasta el reverdeciente centro.
Y allí.
Allí.

La madre, el polen que no da flema,
los suspiros ininterrumpidos
y la flora cuyo aroma se inyecta
directamente al nervio
a través de los orificios nasales
que ahora son grandes casas de rezo
donde siempre entra una brisa decidida
a traer un aroma hasta sus últimas consecuencias.
Así se aspira hasta lamer el aire y sus esporas con los nervios,
que se tensan dulcemente y suenan con músicas nuevas,
todos vibrando: el arpa de pensamientos
imaginando lugares como el presente,
que se llena en un instante de esferas cristalinas
tan colmadas de luz que no obedecen párpados
y flotan en la oscuridad de los ojos.
Los diafragmas se abren como flores,
las pupilas despiertan senderos
en paisajes donde va galopando la mente,
que danza, que trota, que se calma
tanto que ya no es.
mz

1 comentario:

uno más dijo...

Tenés otro arte... el de definir mágicamente los sentidos.